Durante los meses más fríos del año, la demanda de calefacción siempre aumenta. Conseguir un buen aislamiento térmico del exterior es una manera eficiente de conseguir ahorrar en la factura de suministros. Para casas antiguas o de segunda mano, es habitual encontrar fachadas que gozan de poca iluminación o con malas propiedades aislantes, tornándose la vivienda muy calurosa en verano y fría en invierno. Para solventar este problema, un buen sistema de calefacción que además no genera mucho gasto es muy importante, de ahí que sea una de las principales ventajas de un piso con suelo radiante.
Para comprender este novedoso y eficiente sistema de calefacción, se debe entender la forma de medirlo. En este caso, el concepto confort térmico es una manera compartida de determinar la eficiencia energética que poseen estos sistemas. Se entiende por confort térmico como la sensación subjetiva de comodidad que experimenta una persona en relación a la temperatura del ambiente, un equilibrio entre la temperatura, la humedad, la velocidad del aire y la radiación que percibe el cuerpo. Conseguir este estado es importante para la salud y el bienestar de las personas, ya que si la temperatura del ambiente es demasiado baja o demasiado alta, puede causar fatiga, deshidratación, golpe de calor, etc. Mediante el uso del suelo radiante, llegar a este confort dentro de una vivienda es más rápido al compararlo con otros sistemas de calefacción más tradicionales, por lo que el tiempo de uso disminuirá en gran medida. Con el avance de la tecnología, actualmente existen tres tipos:
Suelo radiante por agua, en el que se instala debajo del suelo de una vivienda o edificio una red de tuberías, a través de las cuales circula agua caliente y el suelo actúa como un emisor térmico que distribuye uniformemente todo el calor generado por el agua caliente en todo el espacio habitable. Se trata del sistema más conocido.
Suelo radiante eléctrico, donde se instala toda una red de cables que actúan como calefactores debajo del suelo de una vivienda o edificio, a través de los cuales se hace circular una corriente eléctrica. Su funcionamiento se basa en la resistencia eléctrica que poseen los cables, emitiendo calor. A diferencia del anterior sistema, no requiere una caldera o fuente de energía, pero la demanda de consumo es más elevada.
Los últimos avances han creado el suelo radiante mediante fibra de carbono, que nuevamente se basa en la instalación por debajo del suelo a partir de radiación. En este caso por infrarrojos, a través de una película de fibra de carbono. Para este sistema, se recomienda llevar a cabo en espacios abiertos dada su rápida instalación.
Vistos los tipos que existen, disponer de la calefacción en el suelo ayudará al confort térmico más rápido gracias a anular las pérdidas de calor a través del suelo. En invierno, el suelo de las viviendas es un elemento que dificulta conseguir el confort térmico, por lo que otra principal ventaja de un piso con suelo radiante será combatir el problema de pérdidas de calor a través del suelo, consiguiendo su distribución más uniforme en comparación con radiadores tradicionales.